¿Quién no ha sufrido alguna vez la picadura de un mosquito? Esta experiencia, tan común, implica un elevado grado de sofisticación en la biología de estos insectos, que los capacita para extraernos efectiva y rápidamente la sangre, sin que nos demos cuenta a tiempo para aplastarlos. Ver cómo realizan esta proeza es admirable. Lástima que en el intercambio de fluidos durante la picadura, puedan dejarnos virus o parásitos de regalo.

 La trompa del mosquito, un arma letal

Son pequeños pero están bien armados. Los mosquitos se consideran la especie animal que más muertes y enfermedades causan en la especie humana. Malaria, dengue, zika y otras muchas infecciones son transmitidas, durante la picadura, del insecto vector a su víctima.

No obtienen ningún beneficio de este hecho, su objetivo no es enfermarnos. Nos pican para obtener nutrientes para poder producir sus huevos, sólo las hembras lo hacen.

Y para ello, están dotadas de una trompa, o probóscide, constituida de diversas estructuras con funciones específicas, para conseguir la sangre del modo más eficiente posible. 

¿Cómo pica el mosquito?

La probóscide del mosquito está formada por una especie de labio en forma de canal, que contiene seis agujas. 

Dos de ellas (maxilares dentados) poseen una estructura dentada muy afilada, que le sirven para perforar la piel como una sierra, sin que nos demos cuenta. Otras dos actúan como mandíbulas y tienen la función de separar los tejidos de la piel mientras la hembra "trabaja" para conseguir encontrar un vaso sanguíneo.

¿Cómo consigue encontrarlos? El mosquito no trabaja al azar. Estudios realizados sugieren que existen receptores olfativos en otra de las agujas, el labro, capaces de detectar sustancias exudadas por los vasos sanguíneos, que la guían hacia el lugar donde podrá succionar la sangre.

Una vez que ha conseguido introducir el labro en el torrente sanguíneo, la sangre va llenando el abdomen del insecto, que es capaz de filtrar las células rojas del plasma y deshacerse del agua excretándola, dejando así más espacio para almacenar nutrientes de la sangre en el abdomen, que necesita para producir sus huevos.

Un grado más de sofisticación es la sexta aguja, la hipofaringe, que nos inocula saliva en el torrente sanguíneo. La saliva del mosquito contiene, entre otras sustancias, anticoagulantes que hacen que la sangre fluya más fácilmente y la ingesta pueda ser más rápida. Estas sustancias son, al parecer, las responsables de la sensación de picor en la piel que aparece después de las picaduras.

Hasta aquí, no sería como para considerar a los mosquitos como los insectos enemigos número uno de la salud pública. El problema más grave es que el intercambio entre nuestra sangre y la saliva del mosquito puede convertirse en el origen de una infección por microorganismos patógenos, a los que el mosquito sirve de reservorio.

 Pero, una imagen vale más que mil palabras.

Este video de PBS Digital Studios no tiene desperdicio.

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