La refrigeración evaporativa, ampliamente utilizada en la industria y el sector terciario por su eficiencia y ahorro energético, está dejando de ser considerada como la gran sospechosa ante la aparición de casos de legionelosis. Además de los grandes avances técnicos en su diseño, la seguridad de estos equipos viene asociada a un correcto mantenimiento de los mismos. 

Control del agua en las torres de refrigeración: protección contra la legionelosis

Las torres de refrigeración y equipos de refrigeración evaporativa han sido consideradas, históricamente, como grandes sospechosas cada vez que se registra un brote de legionelosis. Una situación que está cambiando, a medida que se van desarrollando tanto la tecnología utilizada en los equipos como la normativa entorno al control de la legionelosis.

Siempre siguiendo lo establecido en el Real Decreto 865/2003, las empresas que disponen de torres y condensadores de refrigeración evaporativa deben desarrollar medidas de prevención para evitar cualquier riesgo, tanto para la salud pública como para la de las personas implicadas en la manipulación de los equipos.

Una correcta inspección, limpieza y desinfección es clave para minimizar los riesgos de proliferación y dispersión de la bacteria Legionella. Y dentro de estas tareas de mantenimiento, un factor determinante para prevenir problemas con la Legionella es mantener un exhaustivo control del agua utilizada en el circuito de refrigeración.

Control de la calidad del agua en torres de refrigeración

En los equipos de refrigeración evaporativa, el enfriamiento se produce por la evaporación de una pequeña cantidad de agua en recirculación, que fluye a través del equipo. Un adecuado control de la calidad de esta agua en recirculación es necesario para mantener la eficiencia del equipo y también para evitar la proliferación incontrolada de bacterias.

Para el mantenimiento de la calidad fisicoquímica y microbiológica del agua en una torre o condensador evaporativo es importante considerar los siguientes aspectos, que están interrelacionados y que deben controlarse conjuntamente:

  • Control de incrustaciones:

En el caso de las torres de refrigeración y condensadores evaporativos, las incrustaciones suelen ser cristales de carbonatos de calcio e hidróxidos de magnesio, en la mayoría de los casos, aunque ocasionalmente también incluyen productos de corrosión, como óxidos e hidróxidos de hierro. 

Para determinar qué tipo de medidas antiincrustación se deben implantar en una instalación, es necesario conocer la calidad del agua de aporte al sistema (dureza, conductividad, pH, bicarbonatos, alcalinidad, etc.) y las características de funcionamiento del sistema de refrigeración, como su potencia, volumen, caudal de agua recirculada, temperatura máxima, etc.

A partir de los datos anteriores, se determinan el número de ciclos de concentración y el tratamiento antiincrustación más adecuado. Los citados ciclos de concentración especifican la relación entre la concentración de minerales en el agua de alimentación  y la concentración de minerales en el agua de enfriamiento.

El agua fresca que se añade a la torre de enfriamiento contiene una cierta cantidad de minerales, que no pueden evaporarse con el agua sino que se quedan en el agua de enfriamiento, en la que, con el tiempo, va creciendo la concentración de minerales. Como estos minerales van a producir incrustaciones y obstrucciones en el sistema, esta agua debe ser reemplazada, lo que se realiza mediante purgas, en las que parte de esa agua de enfriamiento, altamente concentrada, es drenada del sistema y reemplazada con agua fresca con menos cantidad de minerales.

  • Control del crecimiento de algas:

Las algas, igual que los protozoos en general, facilitan cobijo y protección a Legionella frente a la acción de los productos biocidas en el agua, por tanto es recomendable su ausencia.

El factor más importante a tener en cuenta respecto al crecimiento de algas es que éste se ve favorecido por la incidencia de la luz del sol, que activa la producción de la fotosíntesis, y por tanto el desarrollo de algas verdes.  Esto se puede prevenir mediante la minimización de la incidencia de la luz solar en el interior del equipo y la limpieza periódica de las superficies interiores. Existen además biocidas con efecto alguicida que se pueden añadir a la balsa de agua, aunque éstos sólo serán efectivos en las zonas donde el contacto del agua tratada con las superficies sea continuo y difícilmente las evitará en zonas exteriores de la torre.

  • Control de crecimiento de microorganismos:

Para el control de crecimiento de microorganismos, principalmente bacterias aerobias y Legionella, se pueden emplear diversos tipos de tratamientos físicos, fisicoquímicos y químicos.

Los productos químicos biocidas utilizados en la desinfección del agua de torres de refrigeración deben estar inscritos en el Registro Oficial de la Dirección General de Salud Pública del Ministerio de Sanidad y Consumo. En el caso de los procedimientos físicos o fisicoquímicos no requieren dicho registro, pero deberán ser de probada eficacia frente a la Legionella.

  • Control de biofilms:

El biofilm, en general, está formado por sustancias de origen orgánico segregadas por las propias bacterias, y otros microorganismos, como mecanismo de defensa, especialmente cuando las condiciones de supervivencia no son adecuadas para el desarrollo microbiano. 

El biofilm, constituido principalmente por polisacáridos, puede eliminarse mediante el uso de detergentes o biodispersantes, que suelen usarse durante el proceso de higienización periódica de la torre. No obstante en torres con una gran tendencia a formar biofilm, por el tipo de materiales, temperaturas o cualquier otro factor, puede resultar conveniente la adición de biodispersantes regularmente.

  • Control de la corrosión:

En las torres de refrigeración la corrosión más importante se produce debido a la disolución del metal por el efecto de formación de pila electrolítica. Una parte de la superficie metálica actúa como cátodo, cediendo electrones al agua, que los usa para generar grupos oxidrilo (OH-) y otra parte actúa como ánodo, la parte que se desgasta, y en la que el metal pasa al agua en forma de ión.

Para evitar este fenómeno, frecuentemente se dosifican productos que crean una película protectora sobre las superficies metálicas, como por ejemplo, poliaminas, fosfatos de zinc, silicatos, molibdatos, etc. 

  • Control de sólidos en suspensión:

La pulverización del agua en el circuito provoca el constante ensuciamiento de la misma con las partículas del ambiente exterior.  Es importante mantener el agua libre de partículas, ya que entre éstas hay muchas de origen vegetal y animal que aportan materia orgánica y por lo tanto potenciales nutrientes a las bacterias. Las partículas naturales, unidas a productos de corrosión e incrustaciones, contaminantes de proceso en caso de torres industriales, etc., crean fangos que tienden a depositarse en los puntos de disminución de la velocidad de circulación del agua.

El control de este fenómeno, se hace de forma indirecta al diluir con agua nueva la balsa de la torre, y por otra parte retirando físicamente las partículas en suspensión mediante sistemas de filtración, de arena u otros medios similares. 

Si no es posible evitar la presencia de partículas en suspensión en el agua, se puede limitar la formación de fangos mediante cambios en la velocidad del agua o usando biodispersantes, que evitan la aglomeración de la materia sólida.

Evitar situaciones de riesgo 

Durante la realización de los tratamientos de desinfección en los equipos de enfriamiento evaporativo se han de extremar las precauciones para evitar que se produzcan situaciones de riesgo, tanto entre el personal que realice los tratamientos, como para los usuarios de las instalaciones. 

En general, para los trabajadores se cumplirán las disposiciones de la Ley de Prevención de Riesgos Laborales y el personal deberá haber realizado los cursos autorizados para la realización de operaciones de mantenimiento higiénico-sanitario para la prevención y control de legionelosis, Orden SCO 317/2003, de 7 de febrero.

De este modo, además de lograr un mayor rendimiento energético de los equipos, se consigue una mayor seguridad sanitaria.

Fuente: AEFYT y MSSSI

 

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