Incluso aquellas especies de garrapatas que tienen la ardua tarea de buscar y alimentarse de varios hospedadores en su ciclo vital, más de las tres cuartas partes de su vida permanecen fuera del huésped, en el suelo o entre la hojarasca. Sin embargo, existen pocos estudios que investiguen qué sucede con las garrapatas en sus períodos de latencia, y qué factores en estos períodos afectan a las poblaciones de estos arácnidos.
Las garrapatas son vectores de muchas infecciones médicas y veterinarias importantes, que pasan la mayor parte de su vida inactivas en el suelo y dedican sólo una pequeña parte de su tiempo a buscar y alimentarse en sus hospedadores vertebrados. A pesar de esto, la mayor parte de estudios sobre estos invertebrados se focalizan en la relación garrapata-hospedador y no tienen en cuenta sus largos períodos inactivos, que pueden durar meses, de los que no sabemos gran cosa.
Asi lo constata un estudio realizado en Nueva York, en la Cornell University, que analiza más de 130 estudios sobre garrapatas publicados en los últimos 30 años, en los que prácticamente no se tiene en cuenta las fases inactivas de estos animales y los factores que influyen en las dinámicas de sus poblaciones.
Para los autores del estudio, existen interrogantes interesantes abiertos, como plantearse si durante los períodos fuera del hospedador existen momentos en los que las garrapatas son especialmente vulnerables. En observaciones realizadas en Nueva York, por ejemplo, han visto que las ninfas de Ixodes scapularis no mueren en una tasa alta durante el invierno, pero muchas de ellas mueren en la primavera y principios del verano. Averiguar que es lo que las mata en primavera y que factores varian de un año a otro (que causen mayor o menor mortalidad) podria conducir a acciones que permitan aumentar la mortalidad durante ese período de tiempo.
Para ellos, la capacidad de predecir las tendencias espacio-temporales de las poblaciones de garrapatas, y con ellas de las enfermedades que transmiten, pasa por comprender mejor los ecosistemas del suelo y su efecto sobre las dinámicas de las poblaciones de garrapatas.
Factores ambientales y garrapatas
Las garrapatas pueden presentar un comportamiento nidícola o endófilo, si permanecen en la madriguera, nido o refugio de su hospedador (aves, conejos, etc), o no-nidícola o exófilo cuando se encuentran en campo abierto. La línea que separa estos dos comportamientos es muy fina, e incluso puede suceder que una garrapata adapte uno u otro comportamiento según su estadío de desarrollo.
En el comportamiento no-nidícola, las garrapatas pasan largos períodos en ambientes relativamente expuestos, a la busca de la necesaria ingesta de sangre, o en refugios del suelo y sustratos donde se protegen de las condiciones climáticas adversas, como temperaturas extremas o una baja humedad.
Asi, la supervivencia y el éxito reproductivo de las garrapatas no nidícolas depende en gran parte de las condiciones ambientales y bióticas del suelo, donde pasan la mayor parte de sus vidas. Para muchas especies de garrapatas, se estima que menos del 1% de los huevos sobreviviran hasta la edad adulta y se reproduciran, siendo las condiciones climáticas adversas, cuyos efectos varian según la etapa de la vida y la especie, un factor principal de su mortalidad.
Las garrapatas pueden evitar o suavizar los factores de estrés climáticos al habitar en microambientes debajo de las plantas o en refugios en el suelo. Algunas especies no tienen una gran movilidad y están sujetas a las condiciones del suelo, cuya variabilidad afectará a su supervivencia, especialmente en las etapas inmaduras.
La presencia de vegetación es importante para la mayoría de especies de garrapatas, que muestran además asociaciones específicas de hábitat, siendo la composición del ecosistema forestal un fuerte predictor de la presencia de garrapatas. Incluso dentro de hábitats similares, la composición de la comunidad vegetal puede afectar a la densidad de las poblaciones de garrapatas.
Los aislantes físicos del suelo, que incluyen la nieve y las capas orgánicas de la superfície, también protegen a las garrapatas de las condiciones climáticas adversas, un factor que también se ha estudiado muy poco por el momento.
Depredadores naturales
Se sabe que depredadores de artrópodos y entomopatógenos que habitan en el suelo, en condiciones naturales, atacan a las garrapatas no nidícolas. Sin embargo, en este tema los estudios que se han centrado en identificar posibles agentes de control biológico, han puesto poca atención en identificar los efectos de los depredadores y patógenos naturales sobre la supervivencia de las garrapatas. Una gran variedad de arañas, hormigas y escarabajos consumen garrapatas, tanto en condiciones de laboratorio como de campo, pero el impacto de las comunidades de estos depredadores naturales sigue sin explorarse.
También algunos hongos entomopatógenos afectan a las garrapatas en condiciones de campo. Se sabe que las especies de hongos Beauveria bassiana y Metarhizium brunneum son agentes de control biológico particularmente efectivos, y que afectan directamente a muchas especies de garrapatas. Sin embargo, aunque ambos hongos se han aislado de los suelos de todo el mundo, su distribución natural en los suelos y las interacciones con las poblaciones de garrapatas no están todavía bien caracterizadas.
Un enfoque holístico
A medida que el clima y las características del hábitat cambian con el tiempo, las garrapatas pueden experimentar un estrés ambiental mayor o menor. Para los autores, es necesaria una comprensión holística de cómo interactúan estos factores sobre las poblaciones de garrapatas y para ello son primordiales las investigaciones experimentales, que son escasas pero necesarias.
En el centro de Nueva York, donde el equipo realiza la mayor parte de su trabajo de campo, el estudio de las garrapatas está dando sus frutos, especialmente porque han registrado un gran aumento en las poblaciones: hace 10 años era difícil encontrar una y actualmente es difícil encontrar puntos donde no las haya. Nadie está seguro del porqué, aunque se sospecha que el cambio en el uso de la tierra y el número creciente de ciervos pueden ser parte de las causas.